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13 de junio de 2012

Economía y fútbol


En menos de 48 horas, las que van desde la tarde del sábado 9 de junio a la del lunes 11 de junio, vivimos una situación un tanto surrealista: nuestro sistema financiero era auxiliado con fondos europeos, mientras se desarrollaban dos acontecimientos deportivos de primer nivel: el partido de fútbol España-Italia y la final de Roland Garros que ganó Rafa Nadal. España en el centro del cosmos por dos razones bien distintas.

Esto me hizo reflexionar sobre las coincidencias entre los acontecimientos económicos vividos en los últimos tiempos y el mundo del deporte. Realmente, pienso que entiendo bastante más de fútbol que de economía (aunque de fútbol tampoco entiendo mucho, si no ya me habría hecho rico con la quiniela), y precisamente por eso voy a exponer mis ideas en este post.


En el fútbol (como en muchos deportes, pero hablo del fútbol, por ser el más conocido por todos) existen, a grandes rasgos, dos sistemas de juego: el ofensivo y el defensivo. Bien, pues en la economía ocurre tres cuartos de lo mismo. Hay un sistema “ofensivo”, el keynesianismo, y un sistema “defensivo”, el monetarismo.

El keynesianismo fue desarrollado por el economista británico John Maynard Keynes, y consiste en inyectar dinero público a la economía real, lo cual se espera que tenga un “efecto multiplicador”, es decir, el dinero que el Estado pone, aun a costa de mayor déficit a corto plazo, genera una confianza en los ciudadanos que les hace invertir, consumir… es decir, mover la economía.

El monetarismo, desarrollado por el economista estadounidense Milton Friedman en los años 70, consiste en todo lo contrario: retirar dinero de los bolsillos de la población y del sector público para evitar la inflación (subida de precios) y controlar el gasto público.

¿Cuál de las dos teorías es mejor? Ninguna y las dos al mismo tiempo. Al igual que en el mundo del fútbol, el que una táctica sea  buena o mala depende de varios factores: el momento en que se utilicen, la inteligencia del entrenador/presidente del gobierno, y la habilidad y fortaleza de los jugadores.. Por ejemplo, analizando el primer factor, si un equipo va perdiendo, lo lógico es poner a más delanteros y jugar al ataque, ya que si metes a más defensas es algo absurdo que sólo conseguirá que no remontes el partido e incluso te vayas goleado. De igual manera que si un equipo va ganando, lo lógico es reservar jugadores y controlar el marcador… ¿Y en general? Hemos visto al Barcelona ganar la Champions con un fútbol ofensivo y al año siguiente al Chelsea ganarla con un estilo absolutamente opuesto: la idea es que las tácticas, los sistemas de juego, los hacen buenos los actores y las circunstancias de cada momento.

Por ello, el keynesianismo y el monetarismo han cosechado grandes éxitos y grandes fracasos. El primero triunfó en la época posterior a la Gran Depresión del 29, el segundo logró su reconocimiento en los años 80 con los gobiernos de Margaret Tatcher (Inglaterra) y Ronald Reagan (EEUU).

De todo esto se deduce que el keynesianismo es un sistema económico ofensivo que hay que utilizar cuando la economía “va perdiendo” (es decir, cuando hay crisis) y el monetarismo es un sistema económico conservador que merece la pena cuando la economía “va ganando” (cuando va bien). El problema es que la estupidez humana no tiene límites (ya lo decía Einstein) y ocurre lo contrario: en época de bonanza económica los políticos de todo el mundo y de todas las épocas se dejan llevar por la inercia y tienden a gastar a saco y a endeudar al país hasta las cejas, porque a la hora de las elecciones, para perpetuarse en el poder, es más fácil convencer al populacho inaugurando tranvías o aeropuertos, o montando fiestas patronales por todo lo alto, que presentando documentos que acrediten que las cuentas públicas están equilibradas y que no se va a dejar un “pufo” para varias generaciones. Y al mismo tiempo, en época de crisis siempre aparece el típico “poli malo” (en nuestra época le toca a Angela Merkel hacer ese papel) que, para tener el apoyo de su populacho, se presenta como un “tipo duro” que da a entender que los ciudadanos de otros países son unos golfos que viven por encima de sus posibilidades a los que hay que meter en cintura y quitar el dinero de sus bolsillos… es decir, que tienen que meter más defensas cuando el equipo va perdiendo el partido.

También puede ocurrir que el keynesianismo se utilice en época de crisis, cuando hay que utilizarlo, pero que se utilice de manera estúpida; que los delanteros que se alinean para remontar el partido sean los más ineficaces y torpes que puede haber; el ejemplo más claro lo tenemos en nuestra propia casa, cuando el ínclito Zapatero (con sus múltiples asesores), en los inicios de la crisis económica, decidió destinar 11.000 millones de euros a levantar aceras y cambiar las placas de las calles de pueblos de mala muerte (delanteros ineptos), dinero que se podría haber usado en pagar facturas pendientes a proveedores e inversión productiva en investigación, desarrollo e infraestructuras realmente importantes, lo cual sí hubiera generado confianza y reactivado la economía (delanteros eficaces).

Todo se resume, realmente, en que hay que gastar donde hay que gastar y cuando hay que gastar, y ahorrar donde hay que ahorrar y cuando hay que ahorrar. Pero como los políticos españoles y de todo el mundo, de un tiempo a esta parte, lo están haciendo todo al revés, están consiguiendo que en lugar de que la política domine la economía, sea también al revés: la economía está dominando a la política y, por tanto, a todos nosotros.

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