Cuenta la leyenda que existió hace mucho tiempo una
deslumbrante diosa que se paseaba por la Tierra cuando caía la
noche. Una noche, conoció a un hombre que no pudo evitar caer
enamorado cuando, vestida completamente del blanco más puro, le miró
con una sonrisa en sus labios y le besó antes de desaparecer.
Esperándola cada noche, aquel hombre sentía cómo la soledad se cernía sobre él. Encadenado a la realidad y limitado por su vida mortal, su único deseo era volver a verla para sentir la calma que su rostro imbuía. Encantado por el beso de la diosa, decidió dormir de día para poder pasar toda la noche esperando que llegara aquella en la que su amada volvería.
Al llegar el alba, la esperanza le abandonaba. Las sombras desaparecían pero, sin ella, la oscuridad era lo único que percibía.
Una noche, el cielo se tornó sereno y silencioso
mientras la luz de la Luna danzaba sobre el mar. Mirando esa
preciosa vista, siguió esperándola, pero cuando la noche comenzaba
a morir, él seguía solo. En silencio, yacía en el suelo con una
sonrisa en la cara. En ocasiones, las apariencias engañan y el
silencio puede ser traicionero.
Mientras pasaba el tiempo esperando, sus temores se iban
haciendo realidad. No lograba verla, pero nunca dejaba de pensar en
ella. Bajo la Luna menguante, continuaba esperándola, pese a estar
sólo en su lucha contra la luz. A medida que pasaba el tiempo,
sentía cómo se convertía en la misma Soledad. Esclavizado por su sueño,
nadie sentía lástima por él.
Escondido de la luz del día en su cueva y atrapado
en un sueño que iba convirtiéndose poco a poco en una pesadilla, se
aferraba a una última esperanza. Lamentablemente, no se volverían a
ver. Lo único que le quedaba era la miseria.
Ahogado por el paso del tiempo, acabó
convirtiéndose en la Noche y con los rayos de luz del nuevo día
desaparecía murmurando:
“La realidad provoca cortes muy profundos.
¿Te desangrarías conmigo, Selene?”
Basado
en la letra de la canción My Selene
de Sonata Arctica.
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